domingo, 11 de abril de 2010

La Huída.

Sueño del 10/1/2009.

Estamos en una sala circular que recuerda a una nave de exposiciones de arte, pero no hay ninguna exposición. Las paredes son de un blanco azulado y tienen puertas de cristal corredizas que dan a un jardín muy cuidado. Es un lugar donde nos tienen encerrados a todos, hay hombres armados que no dejan marcharse a nadie. No es del todo un secuestro, lo más acertado sería decir que es una secta o un grupo al que algunos quieren pertenecer, otros no queremos, y un reducido grupo de personas domina. De todos los que estamos aquí hay una gran mayoría que se muestra conforme con la situación y no quiere que cambie, vive en la sumisión total. Se ha llegado a crear un clima de que todo es fantástico y nada malo ocurre, no se habla de que estemos encerrados y por ganarse el favor de los de arriba la gente delata cualquier ápice de oposición o rebelión. No se puede confiar en prácticamente nadie. Todo el mundo tiene la misma sonrisa en la cara cuando habla con el resto acerca de cosas absolutamente vacías.

Un pequeño grupo estamos planeando escapar, somos trece o catorce personas de diferentes edades. Yo coordino la huida. Tenemos que hacerlo todo en con una discreción máxima porque si alguien se llega a dar cuenta es nuestro fin. La dificultad reside en que este sitio es una prisión sin rejas, no hay restricciones físicas, pero nadie se puede ir porque el grupo que domina lo hace con mano de hierro castigando a los que rompen el sistema. Por eso no puede darse cuenta absolutamente nadie de lo que preparamos. Muy poco a poco vamos empaquetando nuestro equipaje dentro de unos macutos de montaña, y los escondemos debajo de las mesas cercanas a las puertas de cristal que dan al jardín. De uno en uno y sin hablar entre nosotros vamos sacándolas de la casa. El jardín está circunvalado por una valla metálica bastante alta, con la casa en el centro de éste. Según se aproxima la valla, el suelo pierde altura de tal forma que desde la casa no se puede ver la parte más baja del jardín. Por ahí es por donde nos movemos, andando siempre encorvados y en silencio. En un extremo nace un río que serpentea montaña abajo, y dentro de los límites del jardín hay un puente de madera que cruza el río de lado a lado y fuera de la valla hay otro puente.

Pasamos entre las mesas con comida servida, entre los grupos de gente que habla animadamente, entre los círculos de sillas con madres sentadas que sostienen a sus hijos y les dan el pecho, cruzamos las puertas y salimos al jardín, y volvemos dentro, repitiendo esto muchas veces para que pase desapercibido, para que se convierta en algo normal y rutinario. Actuamos con una frialdad total sin hablar entre nosotros, sin siquiera mirarnos. Únicamente cuando estamos solos susurramos unas frases rápidas y seguimos con el plan.

Unos cuantos están ya en el extremo del jardín donde nace el río, y van recogiendo maderas. Poco a poco construyen las balsas sin que les vean. Como los puentes están en la parte baja del jardín cuesta mucho verlos desde la casa.

Otros seguimos dentro de la casa. Lo estamos logrando, pero ahora viene lo más difícil porque vamos a desaparecer todos y es muy probable que nos descubran. Me cruzo con uno de los míos y me dice que la primera balsa está terminada. Le digo que empiecen con la segunda (y última). Me doy la vuelta y voy donde está mi familia. La habitación es idéntica al salón de la casa de mi tía Titi. Están mis padres y mis abuelos. Les abrazo y les digo que no me van a ver más. Lloro de emoción por la despedida, ellos sonríen y me desean suerte. Abrazo a mis padres sabiendo que nunca más les veré. Ellos lo saben también y nos despedimos por última vez.

Salgo de la sala y ya nada me ata a este lugar. Cojo mi mochila de debajo de una mesa y discretamente me dirijo a los puentes. Llego sin que nadie me vea y me encuentro con que están rematando los preparativos. La primera balsa está terminada y en el río, amarrada al puente de fuera del perímetro del jardín. Ya la han cargado con el equipaje. La segunda, está a medio terminar y nos ponemos unos cuantos a completarla. La tensión es extrema ya que si alguien nos viese no habría duda alguna de lo que estamos haciendo y nos fusilarían o capturarían para encerrarnos de por vida. Nos movemos casi sin hacer ruido, siempre pegados a la valla donde somos casi invisibles.

Estamos terminando la balsa cuando veo aparecer a uno de los centinelas asomándose justo por encima de la curva que hace el terreno. Todavía no nos ha visto, pero podría hacerlo en cualquier momento. La adrenalina fluye salvajemente por nuestras venas. En silencio extremo juntamos las últimas tablas y las atamos. La gente se empieza a subir en la primera balsa, y cuando quedamos cuatro o cinco fuera de los botes nos ven. El centinela se pone a dar gritos a sus compañeros y yo vocifero órdenes a los míos. ¡Cortad las cuerdas!¡Cortad las cuerdas y saltad a las barcas!¡VIENEN! Dos hombres se ponen a dar hachazos a los amarres del puente exterior y un amigo y yo a los del otro. Estamos dentro de los límites del jardín y ya podemos ver cómo empiezan a aparecer figuras corriendo hacia nosotros. La tensión es frenética, insoportable, las cuerdas no ceden, no conseguimos romperlas. Están a metros.

De pronto la primera barca consigue soltarse y acto seguido nosotros también. Mi colega y yo saltamos del puente y nuestra balsa empieza a moverse. Vemos cómo los puentes se alejan a la vez que ganamos velocidad. Los centinelas nos pierden de vista, impotentes, les vemos hacerse cada vez más pequeños mientras el agua nos salpica.

Nuestra alegría incontenible se ve rápidamente interrumpida al avanzar unos metros. En la primera balsa van unos doce con el equipaje de todos, y en la mía sólo somos dos. Nos movemos mucho más rápido y acaba pasando lo inevitable. Antes de que el río haga un quiebro nos empotramos contra la primera barca. Nadie cae al agua pero todos vamos al suelo y cada vez nos movemos a más y más velocidad. Otro problema importante es que el agua es gélida, la montaña por la que desciende el río está entera nevada y, al contrario que en la primera barca, en la que estoy yo no hay borde ya que no hemos tenido tiempo de montarlo, estamos montados en una placa de maderos atados y nos estamos calando. Cada vez nos movemos peor y se hace muy difícil agarrarse para no caer. Según nos recuperamos del impacto les grito a los otros que aten las dos barcas, que así tendremos más estabilidad y no chocaremos. Funciona, y ya no nos calamos tanto. Para girar vamos cambiando el peso y metiendo tablones en el río, y conseguimos no chocar con ninguna roca. Más tarde el río se acaba y nos deslizamos entre placas de hielo y montones de nieve virgen. Ahora no hay tanta pendiente, y como por debajo la madera se ha congelado podemos avanzar bastante bien. Llegamos a un pueblo.

Las casas son de madera con ventanas pequeñas y techos nevados. Nos bajamos de las barcas y andamos por el pueblo. La sensación de libertad nos inunda. Podemos ir donde queramos, hacer lo que nos apetezca en el momento que nos de la gana. Ya no hay que fingir ni vivir subyugados por otros. Se acabó el sonreír porque todo el mundo lo hace. Me acerco a mi mujer y tomo a nuestro hijo de sus brazos. Es un bebé y le quiero más que a nada en el mundo. Le meto entre mis ropas pegado a mi pecho para que mantenga la temperatura. Viene una pareja de color de nuestro grupo y me pregunta acerca del siguiente paso en nuestro viaje. El invierno es muy duro y no estamos preparados para afrontarlo. Hablamos de nuestras opciones. Termina el sueño.

5 comentarios:

  1. Muy bonito este suenho, y con figuras muy simbolicas, como los amarres que no se rompen y te atan al mundo del que vienes. He disfrutado mucho leyendolo.

    ...eso si,observo que en todas las huidas de prisiones eres el lobo alfa y ademas despues tienes un hijo... igual tu subconsciente te esta diciendo que dejes de escapar desesperadamente cada vez que dejas prenhada a una moza.

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  2. Que guay que te haya gustado, gracias. La sensación de tensión de cuando estábamos en los puentes es indescriptible, espero nunca verme en la realidad en una situación así.

    ...y en los sueños no escapo DE mi hijo, sino con él. Como que intento escapar para que mi hijo crezca y viva fuera del mundo del que vengo. La aparición de un hijo no se muy bien qué querrá decir (si quiere decir algo).

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  3. OK, hare la vista gorda ante tus habitos de salir a por tabaco... actualiza ya macho.

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  4. dioses tu no sueñas,tu vives vidas !
    eres caótica ana : O

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  5. oh... me gusta este sueño, me lo e imaginado muy graficamente..!

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