miércoles, 7 de abril de 2010

El día de mi muerte.

No se de qué fecha es este sueño pero tiene varios años, y es de mis favoritos. Sobre todo recuerdo que las sensaciones que iba sintiendo eran muy fuertes y la sensación de realidad durante el sueño era total.


Estoy en una habitación con luz anaranjada que entra por unas ventanas grandes, que revelan un cielo enorme y de color azul intenso. Hay una sola puerta.

Voy a morir en muy poco tiempo, puede que en menos de una hora. Va viniendo gente a despedirse, aunque su tono no es para nada de tristeza. Sonríen como diciéndome "así son las cosas... no hay nada que se le pueda hacer". Beto es uno de los que más presentes están. Primero se despide por él, y más tarde vuelve a aparecer para decirme adiós de parte de Fer.

Aparece mi padre y nos quedamos solos. Tenemos una conversación alucinante acerca de muchas cosas, y hablamos ambos con una sinceridad total. Hay una conexión enorme entre ambos, y me hago consciente de lo mucho que nos parecemos. Siento un agradecimiento infinito por que me haya tocado él de padre.

Dicho lo dicho, me concentro en el hecho de que todo lo que tengo delante va a terminar. Mi vida se acaba. El mundo seguirá su curso, mis amigos crecerán, mi hermano tendrá hijos, cada año que pase las flores sobre mi tumba irán siendo menos, y la vida seguirá su curso, imparable. Entonces es cuando de verdad aprecio lo que es la vida, y su brutal valor. Nunca nada será tan valioso como ESTAR VIVO. Poder respirar, mirar el cielo, notar el calor del sol, oir a alguien descojonarse. Veo mi bajo negro y lo cojo para pasar los dedos entre las cuerdas, notando los trastes del mástil. Sentir los trastes... sentir... algo que terminará a la vez que mi vida.

Pienso en lo ciega que está la gente. No se entiende el regalo que es vivir. Aunque haya sido tarde, me alegra haberme hecho consciente de lo horriblemente maravillosa que es la vida, con todo el dolor y felicidad que contiene.

Le cuento a mi padre todo esto mientras miro por la ventana viendo el mundo que hay al otro lado, el cielo y el sol, los árboles con sus ramas y hojas, los animales, todo. Me bebo la realidad, dejo que todo lo que toco y miro me inunde. Si tan sólo tuviera un día más, incluso con unas cuantas horas ya me bastaría. Le digo a Tito que si sería posible que me concediesen una hora, y compasivamente me dice que hay veces que toca vivir y otras que toca morir y he de aceptar que me toca la segunda opción. Viene mi hermano, que me abraza lleno de orgullo por mi. Me cuelgo el bajo y toco una última canción. Aparece Chema, que me ha venido a ver.

Miro las hojas de fuera y los colores me inundan, cambian de verde a rojo y se mueven de una manera que me parece increíble, con una gracia desbordante. Siento mi cuerpo, cada milímetro de él, la respiración, mi propia existencia que se empieza a desvanecer. Es mi último pensamiento. Qué lástima que casi nunca nos damos cuenta de lo que teníamos hasta que lo hemos perdido...


En este momento llamaron al teléfono y me desperté. Os podéis imaginar cómo me puse de a dar botes por el cuarto en cuanto me di cuenta de que no me moría y que seguía vivo. Fue una sensación brutal porque seguía con la sensación del sueño del valor de vivir y encima acababa de darme cuenta que tenía toda la vida por delante. Estuvo muy bien la experiencia.

2 comentarios:

  1. Acabo de soñar un "el dia de mi muerte" personal..

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  2. Tremendo tío!! Que verdad tan grande el valor de vivir, pero que difícil abstraerse hasta el punto de ser feliz solo viviendo.. Incluso a los que vivimos y nos sobra todo a veces nos cuesta ser felices y nos hundimos por auténticas tonterías.

    Por cierto la entrada de Chema no la has descrito pero seguro que te alegro el día de tu muerte jajaj

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